Estados Unidos es el país que más utilizó armas químicas en el mundo

21.06.2015 16:33

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(AW) Es­tados Undos no solo ha utilizado armas químicas y biológicas en in­numer­ables con­flic­tos y países (Filipinas, Puer­to Rico, Viet­nam, China, Corea del Norte, Laos, Cam­boya, sino que las utilizaron contra su pro­pia pob­lación, primero contra sus pueb­los originarios, luego selec­cionan­do in­fec­ciones que afec­taran prin­cipal­mente a los af­roamericanos, hasta ex­perimen­taron con sus pro­pios sol­dados, a los que ex­pusieron al gas sarín duran­te la guer­ra contra Irak y con los que ex­perimen­taron una vacuna que ter­minó causan­do la en­fer­medad de­nominada de “La Guer­ra del Golfo”.

 

Todo esto es parte de un in­for­me de Jef­rey St. Clair pub­licado en Re­bel­ion que a con­tinuación re­producimos

Guer­ra bac­teriológica: los an­teceden­tes de EE.UU.

Jeffrey St. Clair

Co­un­terpunch

Traducido para Re­belión por Sil­via Arana

Es­tados Uni­dos ha de­splegado su ar­sen­al de armas químicas y biológicas contra Filipinas, Puer­to Rico, Viet­nam, China, Corea del Norte, Viet­nam, Laos, Cam­boya, Cuba, Canadá y haitianos em­ig­rantes, además de ex­pon­er a cien­tos de miles de ciudadanos es­tadouniden­ses a una as­ombrosa variedad de agen­tes in­fec­ciosos y pro­duc­tos químicos tóxicos, matan­do a docenas de per­sonas.

Los ex­perimen­tos de EE.UU. con armas biológicas se re­mon­tan a la dis­tribución de man­tas in­fec­tadas con gérmenes del cólera entre pueb­los indígenas de Nor­teamérica en la década de 1860. En 1900, médicos del ejército de EE.UU. in­fec­taron en Filipinas a cinco prisioneros con una variedad de plagas y 29 prisioneros con Be­riberi. Al menos cuat­ro de esas per­sonas murieron. En 1915, un doc­tor cuyo trabajo es­taba fin­an­ciado por el gobier­no, ex­puso a 12 prisioneros en Mis­sis­sippi a la pelag­ra, una en­fer­medad que pro­duce dis­capacidades al atacar el sis­tema ner­vioso centr­al.

Después de la I Guer­ra Mun­di­al, EE.UU. de­sar­rolló un amplio ab­anico de armas químicas, pro­ducien­do mil­lones de bar­riles de gas mos­taza y lewisite. Miles de sol­dados es­tadouniden­ses fueron ex­pues­tos a estos agen­tes químicos para “pro­bar la eficacia de las máscaras antigás y de los trajes pro­tec­tores”. La Agen­cia para Veteranos de Guer­ra se negó a re­conoc­er los re­clamos por dis­capacidad pre­sen­tados por las víctimas de tales ex­perimen­tos. El ejército también usó gas mos­taza para re­primir man­ifes­taciones anti-EE.UU. en Puer­to Rico y las Filipinas en las décadas de 1920 y 1930.

En 1931, el Dr. Cor­nelius Rhoads, quien en­ton­ces trabajaba para el In­stituto Roc­kefell­er de In­ves­tigaciones Médicas, inició sus es­pantosos ex­perimen­tos con cáncer en Puer­to Rico, in­oculan­do células can­cerígenas en docenas de per­sonas -que de­sconoc­ían por com­pleto la naturaleza de los ex­perimen­tos. Al menos trece de las víctimas murieron. Post­erior­mente, Rhoads di­rigió la di­visión de Armas Biológicas del Ejército de EE.UU. y formó parte de la Com­isión de Energía Atómica, donde super­visó ex­perimen­tos con radiaciones rea­lizados con miles de ciudadanos es­tadouniden­ses. En memos al Minis­terio de De­fen­sa, Rhoads ex­presó su opinión de que los dis­iden­tes de Puer­to Rico podrían ser “er­radicados” con el op­or­tuno uso de bom­bas bac­teriológicas.

En 1942, médicos del ejército y de la ar­mada de EE.UU. in­fec­taron con mal­aria a 400 prisioneros en Chicago, un ex­perimen­to diseñado para ob­ten­er “un per­fil de la en­fer­medad y de­sar­rollar un tratamien­to contra ella”. La mayoría de los pre­sos eran af­roamericanos y nin­guno re­cibió in­for­mación sobre los ries­gos que corrían. Estos ex­perimen­tos con la mal­aria en Chicago fueron in­vocados en la de­fen­sa de médicos nazis en el juicio de Nurem­berg.

Al fin­alizar la II Guer­ra Mun­di­al, el ejército de EE.UU. contra­tó al Dr. Shiro Ishii, jefe de la uni­dad de guer­ra biológica del Ejército Im­peri­al de Japón. El Dr. Ishii había em­pleado una variedad de agen­tes químicos y biológicos contra tropas chinas y de los al­iados. También man­ejaba un im­por­tante centro de in­ves­tigación en Man­churia, donde se rea­lizaban ex­perimen­tos con armas biológicas usan­do a prisioneros de guer­ra chinos, rusos y es­tadouniden­ses. Ishii in­fectó a los prisioneros con tétanos; les dio tomates con­taminados con tifoidea; in­fectó pul­gas con plagas; in­oculó la bac­teria que pro­duce sífilis en un grupo de mujeres; rea­lizó dis­ec­ciones en prisioneros vivos; e hizo ex­plotar bom­bas bac­teriológicas sobre docenas de hombres es­taqueados. Como re­sul­tado de una negociación con el Gener­al Doug­las MacArthur, Ishii le en­tregó al ejército de EE.UU. más de 10.000 páginas de sus “datos in­ves­tigativos”, eludió un juicio por crímenes de guer­ra y fue in­vitado a dar una con­feren­cia en Fort De­trick, el centro de armas biológicas del ejército de EE.UU. en Frederick, Maryland.

En 1950, la ar­mada de EE.UU. fumigó gran­des can­tidades de Ser­ratia mar­cescens, un agen­te bac­teriológico, sobre San Fran­cisco, causan­do el brote de una en­fer­medad similar a la neumon­ía y pro­vocan­do la muer­te de, al menos una per­sona, Ed Nevins.

Un año después, el Prim­er Ministro de China, Chou En-lai de­nun­ció que los militares y la CIA de EE.UU. habían usado agen­tes biológicos contra Corea del Norte y China. Chou pre­sentó de­claraciones de 25 prisioneros de guer­ra es­tadouniden­ses que re­spal­daron su re­clamo de que EE.UU. había lan­zado plumas con­taminadas con ántrax, mos­quitos y pul­gas por­tadores de fieb­re amaril­la y volan­tes con­taminados con cólera sobre Man­churia y Corea del Norte.

De 1950 a 1953, el ejército de EE.UU. lanzó nubes químicas sobre seis ciudades de EE.UU. y Canadá. Las pruebas tenían la fin­alidad de hacer tests de pat­rones de dis­per­sión de armas químicas. Los re­gistros del ejército señalan que los com­ponen­tes usados en Win­nipeg, Canadá, donde se re­gistraron numerosos casos de en­fer­medades re­spiratorias, incluían cad­mio, un químico al­tamen­te tóxico.

En 1951, el ejército de EE.UU. con­taminó de man­era sec­reta el Centro de Ab­as­tecimien­to Naval de Nor­folk, en Vir­ginia, con una bac­teria in­fec­ciosa. Se es­cogió un tipo es­peci­al de bac­teria a la que los af­roamericanos eran más sus­cep­tibles que los blan­cos. Un ex­perimen­to similar oc­ur­rió un año más tarde en el Aeropuer­to Nacion­al de Was­hington, DC. La bac­teria, se de­ter­minó después, había es­tado con­ec­tada con en­venenamien­tos del tor­rente sanguíneo y de al­imen­tos, y con pro­blemas re­spiratorios.

Savan­na, Geor­gia, y Avon Park, Florida, fueron el foco de re­petidos ex­perimen­tos con armas biológicas en 1956 y 1957. In­ves­tigadores del ejército en armas químicas y biológicas lan­zaron mil­lones de mos­quitos en dos pueb­los para poner en prueba la habilidad de los in­sec­tos para trans­mitir la fieb­re amaril­la y el de­ngue. Causaron la en­fer­medad de cien­tos de re­siden­tes, que suf­rieron epi­sodios de fieb­re, pro­blemas re­spiratorios, en­cefalitis, muer­te fetal y tifoidea. Los in­ves­tigadores del ejército fin­gieron ser em­pleados de salud pública para fotog­rafiar a las víctimas y hacer tests con ellos. Se re­por­taron varias víctimas fatales.

En 1965, el ejército de EE.UU. y la Dow Chem­ical Com­pany in­yec­taron di­oxina en 70 prisioneros (la mayoría af­roamericanos) de la prisión es­tat­al Hol­mesburg, en Pennsyl­vania. Los pre­sos pre­sen­taron lesiones graves, y no re­cibieron tratamien­to duran­te siete meses. Un año después, el ejército de EE.UU. lanzó la op­eración de guer­ra química más am­biciosa en la his­toria.

De 1966 a 1972, EE.UU. lanzó más de 12 mil­lones de galones de Agen­te Naran­ja (un her­bicida con di­oxina) sobre ap­roximadamen­te 1,82 mil­lones de hectáreas en Viet­nam del Sur, Laos y Cam­boya. El gobier­no de Viet­nam estimó que el Agen­te Naran­ja causó la muer­te de más de 500.000 civiles. El legado con­tin­úa con altos niveles de de­fec­tos congénitos en áreas que habían sido saturadas con químicos. De­cenas de miles de sol­dados es­tadouniden­ses también se cuen­tan entre las víctimas del Agen­te Naran­ja.

En un ex­perimen­to que con­tin­úa con la cat­egor­ía de “clasificado” hasta hoy, el ejército de EE.UU. fumigó con un agen­te bac­teri­al no iden­tificado el sis­tema de trans­por­te sub­terráneo de Nueva York en 1966. Se de­sconoce si el test causó algún tipo de en­fer­medad.

Un año después, la CIA colocó una sus­tan­cia química en las fuen­tes de agua pot­able de la sede centr­al de la Agen­cia de Al­imen­tos y Medicamen­tos en Was­hington, DC. El test había sido diseñado para com­probar si era posib­le en­venenar el agua pot­able con LSD u otros al­ucinógenos.

En 1969, el Dr. D.M. McAr­tor, vicedirec­tor de In­ves­tigación y Tec­nolog­ía del Minis­terio de De­fen­sa, sol­icitó al Con­greso $10 mil­lones de dólares para de­sar­rollar un agen­te biológico sintético que sea re­sis­tente “a los pro­cesos in­munológicos y terap­éuticos de los que de­pen­demos para man­ten­er una li­ber­tad re­lativa de las en­fer­medades in­fec­ciosas”.

En 1971, los primeros casos documen­tados de gripe por­cina en el hemis­ferio oc­cident­al oc­ur­rieron en Cuba. Un agen­te de la CIA post­erior­mente (en marzo de 1991) ad­mitió que había re­cibido in­struc­ciones para en­tregar el virus a ex­iliados cubanos en Panamá, quienes luego lo trans­por­taron hasta Cuba. Esta as­ombrosa ad­misión re­cibió es­casa aten­ción de la pre­nsa es­tadouniden­se.

En 1980, cien­tos de hombres haitianos, que habían sido prisioneros en cam­pos de de­ten­ción en Miami y Puer­to Rico, pre­sen­taron síntomas de ginecomas­tia después de haber sido in­yec­tados con “hor­monas” por médicos de EE.UU. Ginecomas­tia es una patolog­ía en la que el tejido del seno mas­culino se ag­randa.

En 1981, Fidel Castro acusó a la CIA de ser la re­spons­able de un brote de de­ngue hemorrágico en Cuba. El de­ngue hemorrágico mató a 188 per­sonas, in­cluyen­do 88 niños. En 1988, un líder del ex­ilio cubano llamado Eduar­do Arocena ad­mitió haber trans­por­tado “al­gunos gérmenes” a Cuba en 1980.

Cuat­ro años después, una epi­demia de de­ngue hemorrágico azotó Man­agua, Nicaragua. Casi 50.000 per­sonas se en­fer­maron y docenas murieron. Este fue el prim­er brote de de­ngue hemorrágico en Nicaragua. Oc­ur­rió en el momen­to más álgido de la guer­ra contra el gobier­no san­dinis­ta y después de una serie de vuelos bajos de “re­conocimien­to” sobre la ciudad capit­al.

En 1996, el gobier­no de Cuba acusó nuevamen­te a EE.UU. de “ag­resión biológica”. Esta vez por la pre­sen­cia de un in­sec­to que de­struye los cul­tivos de papa, las pal­meras y otras plan­tas. El in­sec­to, Thrips palmi, apareció por primera vez en Cuba el 12 de di­ciembre de 1996, poco después de que vuelos rasan­tes de aviones fumigadores de EE.UU. sob­revolaran la isla. EE.UU. logró frenar una in­ves­tigación de Naciones Uni­das sobre el in­ciden­te.

Al fin­alizar la Guer­ra del Golfo, el ejército de EE.UU. hizo es­tallar un depósito de armas químicas iraquíes en Kamas­hiya. En 1966, el Minis­terio de De­fen­sa fin­al­mente ad­mitió que más de 20.000 militares de EE.UU. habían sido ex­pues­tos a gases VX y sarín a raíz de la op­eración rea­lizada en Kamas­hiya. Eso podría ser una de las causas de la llamada “en­fer­medad de la Guer­ra del Golfo”. Otra de las causas fue, sin duda, la in­oculación ex­periment­al de vacunas en más de 100.000 militares.

JEFFREY ST. CLAIR es el editor de Co­un­terPunch y autor de Been Brown So Long It Looked Like Green to Me: the Politics of Na­ture, Grand Theft Pen­tagon y Born Under a Bad Sky. Su último libro es Hopeless: Barack Obama and the Politics of Il­lus­ion. Puede ser con­tac­tado en: sitka@comcast.net.

Este en­sayo es un frag­mento de su libro Grand Theft Pen­tagon